Rituales Violentos III

Parte con tu reflejo.

Solo tú y yo, atrapados en esta breve reflexión de luz en cristales convexos. Estudias cada línea, cada mínimo movimiento, cada pequeña pista de que hay un sentimiento atrapado en este saco de carne y hueso. Sospechas que no es así, que hace tiempo los fantasmas abandonaron la máquina y lo que queda son engranajes oxidados. Pero ahí te quedas, esperando, buscando cualquier atisbo de señal, cualquier significante que te de el permiso para avanzar con el plan.

De repente (o eventualmente) llega. No es sorpresivo, no es con violencia, no es ni inmediato ni veloz. Es un suspiro, que empaña el espejo y hace que pierdas de vista esas pupilas dilatadas. Esa mancha calurosa es la ilusión que otorga el beneplácito. La señal de que escapó, lo dejó ir, ya no puede más.  Lo tomas, y partes.

Se llaman analgésicos porque se supone que te llevan a la “analgesia”, que sería un estado físico sin dolor. Esta palabra a su vez viene de “Algos” (ἄλγος), griego antiguo para el dolor, o sufrimiento. Llevan al sin dolor, ayudan a no sufrir.

¿Podrán? Vamos a ver.

Entran dos de una vez. Un poco de agua. Es rápido, las pastillas no son muy grandes. Una dosis normal, pero no quieres eso. Otras dos. ¿Cuánto es eso? 500… mil… ¿dos gramos? Maricón, dale más. Empiezas a tragarlas de a varias. A veces tres en un bocado, a veces cuatro. Cinco gramos. ¿Siete gramos? Te empiezas a gritar: ¡Deja de contar! ¡Los dos sabemos por qué estamos aquí! ¡¿Qué importa el numero?! Ok, traga nomas. Lo que sea necesario. Truenan en el frasco cada vez que lo mueves, tratas de hacerlo mas lento para que no te escuchen. Una se queda atascada. Te atoras, un breve ahogo. La logras escupir. ¿Qué es esto, arrepentimiento? No, un espasmo del cuerpo nada más. Es normal, se está defendiendo, pero tú mandas aquí. Vuelves a meter la pastilla babeada y algo disuelta. Sigue. Sin parar. Ruido, boca, agua, traga. Ruido, boca, agua, traga. Ruido, boca, agua, traga. Ruido…

No hay ruido. Se acabó el frasco. Bueno, lo devuelves a su sitio. Ojalá a nadie le duela la cabeza esta noche.

Sales del baño, pasas por afuera de la pieza donde están viendo tele.

-¡Buenas noches!

-Buenas—te gritan de vuelta.

Nadie sabe. Te apuesto que ni lo sospechan. ¿Se darán cuenta? Que me importa.

Te acuestas, mirando el techo. Estas cansado. Piensas brevemente en todos. Gracias por la ayuda, pero ya no daba más. No queda nada dentro de mí. Es para mejor, no tendrán que soportarte. Que alivio, que descanso. Y te preguntas: ¿Es esta de verdad la última? ¿Habrá funcionado? Bueno, no hay sentido preguntárselo. Cierras los ojos, y otro suspiro. Ahora sí, no más voces.

Lo siguiente es nebuloso. Son como destellos de memoria, hay partes que no recuerdas.

Un dolor en el estómago. No es punzante, no es muscular, pero te esta pidiendo que lo botes, que salga de ti. Te levantas de un salto y corres al baño. Sale de todo ti. Quema en la garganta. Es amarillo y con algunas manchas rojas. Estas mareado. Estas diciendo cosas. Llega gente al baño. Están diciendo algo, conversan. Tu balbuceas, no entiendes nada. El frasco en el piso. ¿Dijiste algo? Mierda, ¿Qué dijiste? Mareado, cierras los ojos.

Luces brillantes van pasando, una tras otra te encandilan. Estas recostado. Hay tres o cuatro personas más.

-Levántate un poco—dice alguien.

¿Quién es? ¿Una amiga? No la conozco. Te agarran de la espalda, te levantan la cabeza y algo se acerca a tu nariz. Sientes que estas congestionado. ¿Estaba llorando? El algo choca con tu tabique. Te alejas con miedo.

-Este está muy tapado, usa el otro.

La cosa entra ahora por el otro orificio nasal. Sube y sigue. Y sigue. Te toman la cabeza por la nuca y la empujan hacia abajo. Duele. Sigue subiendo y la sientes rascarte el interior, está detrás de tu ojo. Duele muchísimo. Hace presión, es punzante, algo cede y sientes como se rompe una barrera dentro de ti. Ahora está en tu garganta, te cuesta respirar y haces arcadas. Lo sientes bajar por tu esófago, lo sientes detrás de tu esternón. Te molesta, te arde, pero deja de avanzar.

Un segundo de paz. El dolor te despertó, así que tratas de entender un poco mejor donde estás. Enfocas la mirada. Lo que sale por tu nariz es un tubo de plástico. Estás en una camilla, en una sala blanca. Las voces eran enfermeras. Te duele la cabeza. Sigues el recorrido del cilindro plástico que sale de ti y ves que llega a una jeringa gigante llena de un líquido negro.

Esta cosa dentro de ti se enfría inmediatamente, sientes la onda helada entrar por tu nariz, por tu cara, y recorrer tu interior. Baja por tu cuello, tienes arcadas de nuevo. Inmediatamente sientes tus entrañas explotar, como si una granada se hubiese manifestado dentro de tu estómago y acaba de estallar con la fuerza gravitacional de un agujero negro. Nauseas, asquerosas nauseas. Vuelves a perder la visión. Estas sentado, pero empiezas a tambalear, sientes tu cuerpo languidecer mientras tus vísceras se expanden. Finalmente te das cuenta de que tienes que reventar, dejarlo salir a través de tu boca, como una válvula que libera el vapor de una olla a presión. Abres la boca y contraes el diafragma, pero no saber controlar el caudal. Emana de ti como una erupción volcánica, un líquido negro y viscoso que quema tus labios y la comisura de tu boca. La enfermera te acerco una bandeja metálica con forma de riñón, pero no fue suficiente para atrapar el océano de petróleo que estas expulsando.

Cuando finalmente el intenso flujo se apaga, sientes como se suelta la tensión en todos los músculos de tu cuerpo. Tu piel irradia calor y vapor, y te imaginas que esto es lo que se siente morir en una guerra. El tubo todavía esta dentro tuyo, apretando tu tráquea. Vuelve el sueño, te mareas y te dejas caer en la camilla.

Despiertas desorientado, de nuevo. Ahora estas en otra pieza. Ves a tu madre durmiendo en el sillón que esta junto a tu cama. Agotada, una vez más, por tu culpa.

Miras al techo y cierras los ojos de nuevo. Caen lágrimas, llorarías en voz alta pero tu garganta esta dañada por la intervención.

¿Cuántas veces tienes que hacer esto para que te dejen morir?

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De tal palo